domingo, 2 de octubre de 2011

El hambre cotiza en Bolsa

La sequía en los mercados financieros ha volcado a ciertos inversores en las materias primas. Fondos de alto riesgo y bancos influyen ahora en lo que vale el pan en Túnez, la harina en Kenia o el maíz en México. El Banco Mundial hace sonar la alarma por la explosión de los precios alimentarios

H. KNAUP / M. SCHIESSL Y A. SEITH 04/09/2011

La sala en la que se reparte la comida del mundo parece cualquier cosa menos apetitosa. En la Bolsa de Chicago hay trozos de papel y vasos de cartón por todas partes, hombres sudorosos con chaquetas de colores chillones van de un lado a otro, gesticulan, gritan y se enzarzan en peleas por los contratos de semillas de soja, carne de cerdo o cereales.

Halima se pregunta qué pondrá hoy en la mesa familiar. La harina ha subido en Kenia un 100% en cinco meses

Que los más pobres no puedan comer solo son "efectos colaterales" para un analista de materias primas

Se exagera el impacto de los biocombustibles. Los cultivos para ellos solo representan el 6% de la cosecha de cereales

"La gente pobre sufre cada vez más por el alza de precios alimentarios", advierte el presidente del Banco Mundial

Aquí, en la sala de negociación de la mayor Bolsa de materias primas del mundo se decide sobre los precios de los alimentos, y con ellos sobre el destino de millones de personas. El hambre del planeta se organiza aquí, además de la riqueza de unos pocos.

Para Alan Knuckman no hay mejor lugar en el mundo: "Esto es el capitalismo en estado puro", comenta este experto en materias primas, con una cara que se ilumina como la de un chiquillo; quizá porque nunca ha dejado de jugar. Hace 27 años que trabaja aquí. Al principio por cuenta de agencias intermediarias, pero pronto fundó la suya y ahora es analista en Agora Financials, una consultoría de inversiones en materias primas. "Estoy aquí para hacer dinero", comenta.

Cómo lo haga le da igual. Para él no hay diferencia ninguna entre petróleo, plata y alimentos. "No creo en la política, sino en el mercado, que siempre tiene razón".

¿La escalada de los precios de los alimentos? Para él, son una simple expresión del juego de la oferta y la demanda. ¿Los especuladores? Son buenos para los mercados, porque predicen con antelación los acontecimientos. ¿Excesos especulativos? "No veo dónde", afirma.

Esto último no deja de sorprender, porque en el mundo financiero nunca se ha producido tal volumen de inversión en las materias primas agrícolas. Solo en el último trimestre de 2010 se triplicó la inversión en comparación con los tres meses previos. El mercado posee una gran liquidez desde que los Estados trataron de sofocar la crisis financiera con enormes programas anticíclicos y paquetes de ayuda.

El pan del mundo atrae a inversores a los que les interesan tan poco los cereales como, anteriormente, las empresas punto.com o las hipotecas subprime. Estamos hablando de fondos de pensiones que manejan cifras multimillonarias y de pequeños ahorradores que buscan nuevas oportunidades de inversión más seguras, o de bancos que ofrecen apuestas financieras al por mayor sobre fondos de inversión en productos agrícolas.

El lado oscuro de todo esto es que, en paralelo al hambre de agroacciones, también suben los precios de los alimentos. Ya en marzo, la FAO anunció que se habían alcanzado nuevos récords en los precios, que superaron incluso los de la última gran crisis alimentaria de 2008. Según el Índice de Precios de los Alimentos de la FAO, el coste de los productos alimenticios experimentó un alza del 39% en el curso de un año. Los precios de los cereales subieron un 71%, al igual que los de los aceites y grasas destinados a la alimentación. El último índice publicado, en julio pasado, marcaba los 234 puntos, solo cuatro por debajo del récord histórico de febrero. "La época de los alimentos baratos se ha acabado", profetiza Knuckman.

Para sus compatriotas estadounidenses, que destinan el 13% de la renta disponible a adquirir productos para la nutrición, puede que el alza de los precios no pase de ser una molestia. Pero para los pobres del mundo, que dedican a comer el 70% de su magro presupuesto, es una amenaza existencial.

Desde junio del año pasado, 44 millones de personas han caído bajo el umbral de la pobreza solo a causa del incremento de los precios de los alimentos, según el Banco Mundial. Son personas que tienen que sobrevivir con menos de 1,25 dólares diarios. Hay más de mil millones de personas que sufren desnutrición en el mundo. La actual hambruna del Cuerno de África tampoco es consecuencia exclusiva de la sequía, la guerra civil o las élites corruptas, sino de los elevados precios de los alimentos.

"Efectos colaterales no deseados del mercado": así describe Knuckman el hecho de que los más pobres entre los pobres no puedan permitirse comer. Halima Abubakar, de 25 años, padece ese efecto colateral en sus propias carnes.

Hablamos con la keniana en su chabola de Kibera, el poblado marginal más grande de la capital, Nairobi. Abubakar se pregunta qué pondrá en la mesa a su marido y a sus dos hijos esta noche. Hasta hace poco, los Abubakar estaban entre los que mejor iban tirando en su misérrimo entorno. Con un salario de 150 euros como guardia en una prisión, el marido de Halima podía alimentar pasablemente a su familia.

Pero ahora, de repente, todo se ha hecho más difícil: la harina de maíz, piedra angular de la nutrición en Kenia, se ha encarecido en un 100% en los últimos cinco meses. Un récord. Pero el precio de las patatas ha subido un tercio, el de la leche aún más y de las verduras, para qué hablar.

"Cada vez sufre más la gente pobre y más gente puede caer en la pobreza por el alza y la fluctuación de los precios alimentarios", afirma Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial. En congresos, conferencias y reuniones se repiten, como en un rosario, las supuestas razones de la explosión de los precios, entre otras, el cambio climático y las sequías e inundaciones que conlleva; la creciente proporción de tierras de cultivo dedicadas a los biocombustibles; la mejoría en la alimentación de los países emergentes y su mayor consumo de carne; o el aumento de la población mundial, que crece más deprisa que la producción agraria.

Todos estos factores parecen lógicos y evidentes, y sin duda contribuyen a las tensiones en los precios. Pero no son su causa.

Oliver de Schutter, redactor de un informe de la ONU sobre el derecho a la alimentación, echa por tierra algunos mitos: "El apoyo a los biocombustibles, así como otros aspectos relacionados con la oferta [como las malas cosechas o la suspensión de exportaciones] son factores de una importancia relativamente secundaria, pero en el tenso y desesperado estado de las finanzas mundiales desencadenan una gigantesca burbuja especulativa". En su informe señala como culpables a grandes inversores que, dada la sequía en los mercados financieros, se han pasado en masa al comercio de materias primas, distorsionando los precios más allá de toda proporción. Los excesos especulativos son, según Schutter, la causa primordial del encarecimiento.

De hecho, las razones que se aducen una y otra vez para la explosión de los precios no resisten un examen detenido. Como es natural, los cultivos para biocombustibles demandan cada vez más tierras, pero hasta ahora solo constituyen el 6% de la cosecha mundial de cereales. Según el Banco Mundial, el impacto de los biocombustibles es considerablemente inferior a lo que se pensaba.

Lo mismo puede decirse del mayor consumo de carne en los países emergentes. Según el Instituto para la Investigación de la Política Alimentaria de Washington (IFPRI, por sus siglas en inglés), países como China, India o Indonesia han cubierto el incremento de su demanda sin recurrir de forma significativa al mercado internacional. "Carecemos de cualquier prueba que apunte al supuesto impacto en los precios mundiales de la demanda de los países emergentes", asegura el Banco Mundial en un informe.

Respecto al cambio climático, que sin duda ha inducido un recorte en la producción, hay que apuntar que esta sigue superando al consumo.

Sin embargo, la histeria que rodea la supuesta emergencia alimentaria probablemente sí forme parte de una estudiada estrategia de inversión. Al fin y al cabo, cada burbuja financiera se apoya en un guion: en el caso de la burbuja de Internet, lo que hizo que la gente perdiera el sentido común fue la historia de la Nueva Economía. En el de las hipotecas bancarias, el cuento de que los bienes inmuebles jamás perderían su valor. Ahora, con la burbuja alimentaria, es el temor a la supuesta carestía futura de los alimentos, algo que todos necesitamos.

El que la comida haya mutado en objeto de especulación en Wall Street tiene sobre todo que ver con un cambio fundamental que describe la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés): la reciente metamorfosis del mercado de productos alimentarios en un mercado financiero.

Heiner Flassbeck, economista jefe de UNCTAD, se ocupa desde hace tiempo de este asunto. Tras el desplome financiero de 2008 empezó a seguir la evolución del mercado de monedas, materias primas, deuda pública y acciones. Las curvas mostraban un sorprendente parecido. Flassbeck constituyó un grupo para investigar el fenómeno, que aportó unos resultados explosivos: el mercado de materias primas no funciona; en todo caso, no funciona como, según los modelos económicos, lo hace un mercado, en el que los precios se forman a través de la oferta y la demanda. En el informe publicado por el equipo de Flassbeck, las actividades de los actores financieros "empujan los precios de las materias primas mucho más allá de los niveles que justificarían los datos fundamentales del mercado".

Así se produce una distorsión masiva de los precios. Estos se forman no bajo la influencia de factores reales, sino bajo la de las expectativas económicas. La mayoría de los inversores que se lanzan hoy al mercado de materias primas no tiene la menor idea sobre la materia. "Quieren diversificar su cartera, subirse a un mercado en crecimiento o, sencillamente, hacer lo que todos los demás están haciendo", afirma el informe de la UNCTAD.

¿Pero a qué se debe que fondos de alto riesgo y bancos de inversión influyan en lo que vale el pan en Túnez, la harina en Kenia o el maíz en México? ¿Por qué se decide en parte en las Bolsas de Chicago, Nueva York o Londres cuánta gente va a pasar hambre?

La culpa la tiene una mutación trascendental de los mercados que ha pasado inadvertida durante varios años. Al lado del mercado tradicional, en el que los precios eran el resultado del juego de la oferta y la demanda, ha ido surgiendo un mercado de futuros financieros negociables en Bolsa. Para asegurarse frente a las fluctuaciones de precios, los productores vendían de antemano sus cosechas a un precio fijado. Cuando vencía el contrato a futuro y se suministraba la mercancía, si el precio en ese momento era más bajo que el prefijado, se beneficiaba el agricultor; en caso contrario, el poseedor del contrato de futuros. Con esa operación todos ganaban: los productores limitaban sus riesgos, quienes negociaban los futuros proveían de liquidez al mercado, y los consumidores veían cubierta su demanda.

En este mercado podían participar sobre todo actores directamente implicados en la industria agroalimentaria. Los bancos tenían en él un papel pequeño; era una especie de negocio a crédito, y funcionó bien y de forma estable durante décadas. Hasta que fue descubierto por la industria financiera.

El truco es que los especuladores nunca convierten los futuros en auténticas mercancías. Por ejemplo, los fondos venden contratos a 70 días poco antes del plazo de vencimiento y reinvierten el dinero fresco en nuevos futuros financieros. El sistema se convierte en un carrusel perpetuo sin que los inversores tengan jamás contacto con los auténticos precios de mercado. No importa, argumentan quienes dudan que los especuladores sean responsables del alza continua de los precios de las materias primas: en el mercado real siguen vigentes las reglas de la oferta y la demanda, que reequilibrarán las cosas con independencia de lo que ocurra en el mercado de futuros.

Error. De hecho, los precios de los futuros repercuten sobre los auténticos precios de mercado, como descubrió el responsable del Departamento de Mercados y Comercio del IFPRI, Máximo Torero. Cuando puso bajo la lupa los mercados del maíz, la soja y el trigo, constató que, en la mayoría de los casos, los precios reales seguían los precios de los futuros. El supuesto futuro transforma el presente; a su vez, las expectativas de mayores ganancias venideras animan al acaparamiento a quienes aún poseen mercancías reales, lo que a su vez vuelve a empujar al alza los precios. Así, la entrada de las finanzas ha desequilibrado por completo el mercado alimentario, tan predecible en otros tiempos. Según la FAO, solo el 2% de los contratos de futuros sobre materias primas acaban en un suministro real de las mercancías. El 98% restante se vende de antemano por especuladores que están interesados en la ganancia rápida y no en 1.000 mitades de cerdo. Hablamos de jugadores como Goldman Sachs, que en 2009 ganó más de 5.000 millones especulando en materias primas, lo que supuso más de un tercio de sus beneficios netos.

"Para restablecer el funcionamiento normal de los mercados de materias primas se requiere una rápida actuación política mundial", escribe UNCTAD, que exige más transparencia en estos mercados y reglas más estrictas para sus participantes. Los inversores, por su parte, no consideran parte de su tarea producir alimentos a precios asequibles. Su trabajo es convertir mucho dinero en mucho más dinero. Quien preste oídos a su asesor financiero cuando este le diga que invertir en fondos de materias primas sirve para garantizar la nutrición mundial, en el futuro debería tener clara al menos una cosa: esas inversiones forman parte del problema, no de la solución. -

© Der Spiegel Traducción de Jesús Albores

LOS MERCADOS DE FUTUROS

Una de los aspectos más sorprendentes del capitalismo moderno, resultado de los procesos de desregulación de los años ochenta y noventa, es su capacidad para especular prácticamente con cualquier cosa. Y toda especulación tiene consecuencias sobre la economía real y la vida de las personas, aunque se manifieste con cierto retraso. A veces ocurre que la especulación se realiza con el oro, lo que hace que apenas afecte a la gente corriente. Otras veces se realiza con las empresas productivas, por ejemplo con las tecnológicas, con lo cual al final es el empleo lo más afectado y a veces el riesgo de entrar en crisis (como en los años 2000). En muchas ocasiones la especulación se realiza en el sector inmobiliario y provoca que generaciones completas vean imposibilitados sus deseos de acceder a una vivienda digna a un precio digno y asequible. Y finalmente tenemos el caso extremo de la especulación con materias primas de primera necesidad, tales como el trigo, que llevan a la muerte de decenas de miles de personas en el mundo. Esta última es la que voy a explicar de una forma sencilla para que todos la entendamos.


En el mundo hay millones de productores de materias primas, pero hay pocas multinacionales que comercialicen esos mismos productos. Es decir, el agricultor que cultiva trigo en cualquier parte del mundo vende su producto a una multinacional para que ésta lo venda en el mercado mundial. El mercado de estas multinacionales es un mercado de oligopolio, es decir, con pocas empresas en condiciones muy buenas para imponer precios. Normalmente presionará a los agricultores a la baja, obligándoles a vender sus materias primas a precios irrisorios, y después las mismas multinacionales venden esos productos a un precio muy superior.


Los precios finales, en cualquier caso, no sólo dependen del criterio arbitrario de las grandes multinacionales sino que en gran medida depende de las leyes de oferta y demanda. Es decir, si la oferta cae (el trigo cultivado, por ejemplo) entonces los precios suben. Eso es así porque habrá menos productos para satisfacer las mismas necesidades. Si por otro lado creciera la demanda de trigo, por ejemplo por el crecimiento de la población mundial, entonces los precios también subirían. Al crecer el número de gente que se alimenta y mantenerse constante la producción, entonces los precios suben. Las multinacionales lo saben y aplican esas leyes a los precios que comercializan.


La cuestión más compleja está en que los precios no se determinan de forma inmediata sino fundamentalmente en lo que se llama mercado de futuros. Los mercados de futuros surgieron en el siglo XVI, pero es a partir de 1865 cuando se crea el primer gran mercado organizado en Chicago. Su alcance era bastante limitado porque las comunicaciones y los transportes no permitían mucho más. Desde la II Guerra Mundial se establecen importantes regulaciones en dichos mercados, pero a partir de los ochenta y noventa se comienzan a levantar tales restricciones. Y con el estadio de globalización tecnológica y comercial los mercados de futuros experimentan un importante auge.


Los mercados de futuros


Pero, ¿qué es exactamente un contrato de futuros?


Imaginemos que somos agricultores y sembramos trigo en verano esperando vender la producción resultante en invierno. Sabemos qué precio tiene el trigo ahora mismo, en verano, pero ignoramos qué precio tendrá llegado el invierno. Y esa situación nos preocupa. Nos preocupa porque si en invierno el precio baja tendremos muchos menos beneficios o incluso pérdidas. Quizás resulte que para entonces haya abundancia de trigo (exceso de oferta) y el precio caiga. Y al que comercializa (obviando su poder de mercado) le ocurre lo mismo pero en el sentido contrario. Él nos comprará el trigo en invierno, pero teme que entonces el precio haya subido demasiado (imaginemos una situación de malas temperaturas que hace que se produzca menos trigo). Así, tenemos que nosotros como agricultores queremos protegernos de posibles bajadas en el precio y el que comercializa quiere protegerse de posibles subidas.


Entonces es cuando firmamos un contrato de futuros. Nos comprometemos a entregar el trigo en invierno pero al precio que tiene hoy, de modo que nos aseguramos ante el riesgo. Llegado el momento se materializa el intercambio y listo. Así funcionaba en origen y esta es la justificación de la existencia de tales mercados, que existen no sólo para el trigo sino para todas las materias primas y para todos los productos financieros (tipos de interés, acciones, etc.).


El lugar donde se encuentran los vendedores de futuros y los compradores de futuros se llama mercados de futuro. El más famoso es el de Chicago Mercantile Exchange (EEUU), pero desde la desregulación generalizada han surgido muchos otros mercados en el mundo. Cada mercado se especializa en algún producto determinado (trigo, petróleo, soja, etc.) y tiene sus propias normas y regulación, para asegurar un intercambio rápido y eficaz. Pero también existen los mercados no estandarizados, es decir, los mercados sin supervisión y que únicamente dependen de las dos partes contratantes. Son los llamados mercados Over The Counter (OTC), y los futuros negociados allí se llaman forwards.


Especulando con materias primas


El problema está en que el mercado de futuros no sólo tiene como participantes a agricultores y multinacionales que comercializan productos, sino que hoy en día está plagada de agentes financieros especializados en hacer ganancias en esos mercados y con ningún interés en lo que ocurre realmente con los productos. ¿Cómo es posible?


Pues porque aparte del criterio de cobertura por el cual se firma un contrato de futuros (como hemos explicado arriba) también existe el criterio de especulación. Imaginemos que somos un agente financiero y creemos que el petróleo va a subir en los próximos meses. Entonces podemos comprar petróleo hoy y vender contratos de futuros sobre esas cantidades de petróleo. Es lo que hizo, por ejemplo, Citigroup en 2009: compró petróleo al precio de ese momento, alquiló un superpetrolero para mantener ese petróleo, y vendió contratos de futuros sobre ese petróleo a un precio mucho más alto. De esa forma se hacen beneficios extraordinarios.


Puede ocurrir la situación contraria. Imaginemos que creemos que el precio del trigo va a caer en los próximos meses. Entonces vendemos contratos de futuros al precio de hoy para dentro de x meses. No hace falta ni que tengamos el trigo de forma efectiva, pues sólo nos hemos comprometido a intercambiarlo pasados los meses acordados. Si nuestra apuesta funciona y el precio del trigo en el futuro es menor que el de ahora, entonces compraremos el trigo barato y lo habremos vendido antes mucho más caro. Una ganancia.


Es un casino, y además los mercados de futuros permiten no materializar los contratos. Estos contratos pueden revenderse antes de finalizar el contrato (asumiendo pérdidas o ganancias) y seguir contratando otros. De hecho, según la FAO sólo el 2% de los contratos de futuros se materializan finalmente. Todo esto permite que este negocio sea muy lucrativo. Según un extraordinario reportaje de ElPais, algunos agentes financieros hacen su agosto, como “Goldman Sachs, que en 2009 ganó más de 5.000 millones especulando en materias primas, lo que supuso más de un tercio de sus beneficios netos”.


Los agentes financieros implicados


Si uno quiere jugar en este casino tiene que tener mucho dinero. Y después, un comisionista autorizado a participar en los diferentes mercados de futuros. Esos comisionistas están especializados en las operaciones especulativas y tienen sus propios medios técnicos y su equipo humano para hacer todo tipo de ganancias de la mejor forma posible. Y, como no es de extrañar, en casi todos los casos son parte de servicios ofrecidos por los bancos. Por esa razón muchos productos financieros ofrecidos por los bancos españoles e internacionales (depósitos, fondos de inversión, etc.) están vinculados a las operaciones especulativas en estos mercados.


Y como agentes financieros no importa dónde especulan. No tienen moralidad. Sólo buscan la rentabilidad porque el negocio funciona así. Por eso cuando los bancos vieron caer el negocio de las subprime, los fondos de inversión se desplazaron hacia los mercados de las materias primas y provocaron la mayor escalada de precios en mucho tiempo. Obligó a casi todos los países del tercer mundo a tomar medidas para evitar rebeliones civiles. El destino y la alimentación de millones de personas depende de unos cuantos agentes financieros que sólo buscan rentabilidad.


El hambre


La razón por la cual todo esto afecta a los precios reales de las materias primas es porque los precios determinados en los mercados de futuros se toman como guía razonable de lo que pasará en el futuro. Y eso influye en los precios que las multinacionales imponen en los mercados reales. Se acepta la creencia de que los mercados nos proporcionan una información precisa del presente y del futuro, de modo que si un mercado de futuros indica que el petróleo estará alto será porque de verdad pasados x meses el petróleo subirá. Y así con todos los productos. Entonces es obvio que si la especulación se recrudece y aumentan los contratos de futuros que creen que los precios subirán… se producirá un incremento en los precios. Se incrementará la demanda artificialmente.


A veces hay fundamentos detrás que fortalecen los procesos especulativos. Por ejemplo, cuando aceptamos que el petróleo es finito y que la oferta por lo tanto caerá mientras que la demanda subirá. O cuando aceptamos que la población mundial crece muy rápidamente o comprobamos que una sequía destroza cultivos en cualquier parte del mundo. O incluso cuando se sustituyen campos de cultivo de trigo para cultivo de biodiesel. Todo ello refuerza los rumores y sensaciones que llevan a la especulación. Y la falta de regulación hace el resto.



Un aumento de las materias primas en los países occidentales apenas tiene efectos sobre la población, ya que la parte de la renta que se dedica a alimentos es muy pequeña. Pero en los países en desarrollo la mayor parte de la renta se dedica precisamente a la alimentación, y una subida en los precios puede llevar a millones de personas a la muerte. Es lo que el relator de las Naciones Unidas, J. Ziegler, declaró “un crimen contra la humanidad”.


El problema último de todo esto es la naturaleza de las finanzas y, más aún, del propio sistema económico. No se puede culpar a los agentes financieros de ser malvados, pues en realidad son sujetos que hacen lo que tienen que hacer. Ellos operan en las fronteras de la legalidad, y es esta legalidad la que permite que los agentes financieros acaben decidiendo el destino de la gente corriente. Pero también el destino mismo de la economía real. Los derivados financieros (y los futuros son un tipo de derivado) son parte de los responsables de la actual crisis, por su carácter altamente especulativo, y no es la primera vez. Siempre es recomendable ver “Rogue Trader”, una película de 1999 que narra los hechos reales que llevaron a la quiebra de un gran banco inglés… como consecuencia de la operación especulativa con derivados.

domingo, 13 de febrero de 2011

LAS COSAS CLARAS Y EL CHOCOLATE ESPESO

La crisis financiera de 2008 en Estados Unidos “habría podido” evitarse.

http://www.fcic.gov/report

Funcionarios, políticos y banqueros son los culpables del colapso económico experimentado en 2008 en Estados Unidos, asegura un informe de la Comisión Investigadora de la Crisis Financiera de EE.UU.

La Comisión, creada en mayo de 2009 para establecer las causas de la crisis, dijo que ésta “habría podido evitarse”.

En su informe destacó la toma excesiva de riesgos por parte de los bancos y la negligencia los reguladores financieros.
De los diez miembros de la comisión sólo los seis representantes del partido demócrata apoyaron las conclusiones del informe.

“La crisis fue el resultado de la acción humana y la inacción, no de la Madre -Naturaleza o modelos fuera de control”, dijo el informe.
“Los capitanes de las finanzas y los administradores públicos de nuestro sistema financiero ignoraron las advertencias y fallaron en cuestionar, entender y gestionar los cambiantes riesgos dentro de un sistema esencial para el bienestar del público estadounidense”.
“La suya fue una gran falla, no un tropiezo.”

Violaciones éticas
El informe criticó la reducción en la regulación financiera durante la gestión del ex presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan.
Llegó a la conclusión de que la crisis fue causada por una serie de factores, incluyendo fallas en la regulación financiera y la gestión empresarial, así como la falta de entendimiento del sistema financiero por parte de los diseñadores de políticas.

Igualmente se quejó del empaquetamiento de la deuda relacionada con hipotecas en instrumentos de inversión, que “encendió y propagó la llama del contagio”.
Estos instrumentos financieros complejos, que se comercializaron en grandes volúmenes por bancos de inversión, “contribuyeron significativamente a la crisis”, cuando las hipotecas en las que se basaban cesaron sus pagos.

El informe también destacó las fallas “abismales” en las agencias de calificación crediticia para reconocer los riesgos involucrados en estos y otros productos.
Del mismo modo, advirtió de violaciones éticas “a todos los niveles”.

Responsables
Importantes figuras de los gobiernos de George W. Bush y de Barack Obama no se quedaron fuera del informe.
El ex presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, fue acusado de “defender” la reducción de la regulación financiera durante el boom crediticio que “dejó de lado garantías fundamentales”.

El ex funcionario también fue criticado indirectamente por la política monetaria demasiado flexible de la Fed y los pronunciamientos que “fomentaron en vez de inhibir el crecimiento de la deuda hipotecaria y la burbuja inmobiliaria”.

El Banco de la Reserva Federal de Nueva York -entonces bajo la tutela del actual Secretario del Tesoro, Tim Geithner – “podría haber tomado medidas contra los excesos de Citigroup en el período previo a la crisis”.

Del mismo modo, el documento sostuvo que el manejo gubernamental de las principales instituciones financieras durante la crisis -liderado por el ex secretario del Tesoro, Henry Paulson- fue inconsistente y “aumentó la incertidumbre y el pánico en el mercado”.

Sin embargo, el informe suavizó las observaciones diciendo: “Al hacer estas observaciones, respetamos profundamente y apreciamos los esfuerzos realizados por el secretario Paulson, el jefe (de la Reserva Federal) Bernanke y Timothy Geithner … y tantos otros que trabajaron para estabilizar nuestro sistema financiero y nuestra economía en la más caótica y difícil de las circunstancias”.
Establecer culpas era esencial en la prevención de futuras crisis, según el informe.

“A pesar de la opinión de muchos en Wall Street y en Washington de que la crisis no podía haber sido prevista o evitada, había señales de advertencia”, dijo Phil Angelides, presidente de la comisión.

“La mayor tragedia sería aceptar que nadie vio que esto se avecinaba y por consiguiente, que no se podía hacer nada”, señaló el panel en las conclusiones del informe de 576 páginas.
“Si aceptamos esta idea, volverá a suceder.”
La comisión entrevistó a más de 700 testigos y celebró 19 días de audiencias públicas en EE.UU..

Discrepancias
Los cuatro republicanos en la comisión anunciaron varias semanas antes de la publicación del informe de que no estarían de acuerdo con sus conclusiones.
Tres de ellos publicaron un informe independiente que insistió en que la culpa debe atribuirse a la Reserva Federal bajo la conducción de Greenspan.
El cuarto realizó su propio informe que se centra en el papel del gobierno en la creación de la burbuja inmobiliaria.

Los republicanos señalaron a las enormes agencias hipotecarias patrocinadas por el gobierno, Freddie Mac y Fannie Mae, alegando que sus préstamos subvencionados inflaron la burbuja.
También argumentaron que la legislación introducida por el ex presidente demócrata Bill Clinton alentó los préstamos excesivos e imprudentes a los hogares de bajos ingresos.

Por el contrario, el informe redactado por los seis demócratas en el panel dice que la evidencia mostró que dichas agencias no estuvieron al frente de los arriesgados prestamos sub-prime, en cambio siguieron el ejemplo de firmas de Wall Street.

Tampoco fue la “Ley de Reinversión Comunitaria” del presidente Clinton un factor significativo en los préstamos sub-prime, según el informe.

Fuente: BBC Mundo

http://www.enpositivo.com/crisis-los-autenticos-culpables-segun-un-informe-oficial