Una de los aspectos más sorprendentes del capitalismo moderno, resultado de los procesos de desregulación de los años ochenta y noventa, es su capacidad para especular prácticamente con cualquier cosa. Y toda especulación tiene consecuencias sobre la economía real y la vida de las personas, aunque se manifieste con cierto retraso. A veces ocurre que la especulación se realiza con el oro, lo que hace que apenas afecte a la gente corriente. Otras veces se realiza con las empresas productivas, por ejemplo con las tecnológicas, con lo cual al final es el empleo lo más afectado y a veces el riesgo de entrar en crisis (como en los años 2000). En muchas ocasiones la especulación se realiza en el sector inmobiliario y provoca que generaciones completas vean imposibilitados sus deseos de acceder a una vivienda digna a un precio digno y asequible. Y finalmente tenemos el caso extremo de la especulación con materias primas de primera necesidad, tales como el trigo, que llevan a la muerte de decenas de miles de personas en el mundo. Esta última es la que voy a explicar de una forma sencilla para que todos la entendamos.
En el mundo hay millones de productores de materias primas, pero hay pocas multinacionales que comercialicen esos mismos productos. Es decir, el agricultor que cultiva trigo en cualquier parte del mundo vende su producto a una multinacional para que ésta lo venda en el mercado mundial. El mercado de estas multinacionales es un mercado de oligopolio, es decir, con pocas empresas en condiciones muy buenas para imponer precios. Normalmente presionará a los agricultores a la baja, obligándoles a vender sus materias primas a precios irrisorios, y después las mismas multinacionales venden esos productos a un precio muy superior.
Los precios finales, en cualquier caso, no sólo dependen del criterio arbitrario de las grandes multinacionales sino que en gran medida depende de las leyes de oferta y demanda. Es decir, si la oferta cae (el trigo cultivado, por ejemplo) entonces los precios suben. Eso es así porque habrá menos productos para satisfacer las mismas necesidades. Si por otro lado creciera la demanda de trigo, por ejemplo por el crecimiento de la población mundial, entonces los precios también subirían. Al crecer el número de gente que se alimenta y mantenerse constante la producción, entonces los precios suben. Las multinacionales lo saben y aplican esas leyes a los precios que comercializan.
La cuestión más compleja está en que los precios no se determinan de forma inmediata sino fundamentalmente en lo que se llama mercado de futuros. Los mercados de futuros surgieron en el siglo XVI, pero es a partir de 1865 cuando se crea el primer gran mercado organizado en Chicago. Su alcance era bastante limitado porque las comunicaciones y los transportes no permitían mucho más. Desde la II Guerra Mundial se establecen importantes regulaciones en dichos mercados, pero a partir de los ochenta y noventa se comienzan a levantar tales restricciones. Y con el estadio de globalización tecnológica y comercial los mercados de futuros experimentan un importante auge.
Los mercados de futuros
Pero, ¿qué es exactamente un contrato de futuros?
Imaginemos que somos agricultores y sembramos trigo en verano esperando vender la producción resultante en invierno. Sabemos qué precio tiene el trigo ahora mismo, en verano, pero ignoramos qué precio tendrá llegado el invierno. Y esa situación nos preocupa. Nos preocupa porque si en invierno el precio baja tendremos muchos menos beneficios o incluso pérdidas. Quizás resulte que para entonces haya abundancia de trigo (exceso de oferta) y el precio caiga. Y al que comercializa (obviando su poder de mercado) le ocurre lo mismo pero en el sentido contrario. Él nos comprará el trigo en invierno, pero teme que entonces el precio haya subido demasiado (imaginemos una situación de malas temperaturas que hace que se produzca menos trigo). Así, tenemos que nosotros como agricultores queremos protegernos de posibles bajadas en el precio y el que comercializa quiere protegerse de posibles subidas.
Entonces es cuando firmamos un contrato de futuros. Nos comprometemos a entregar el trigo en invierno pero al precio que tiene hoy, de modo que nos aseguramos ante el riesgo. Llegado el momento se materializa el intercambio y listo. Así funcionaba en origen y esta es la justificación de la existencia de tales mercados, que existen no sólo para el trigo sino para todas las materias primas y para todos los productos financieros (tipos de interés, acciones, etc.).
El lugar donde se encuentran los vendedores de futuros y los compradores de futuros se llama mercados de futuro. El más famoso es el de Chicago Mercantile Exchange (EEUU), pero desde la desregulación generalizada han surgido muchos otros mercados en el mundo. Cada mercado se especializa en algún producto determinado (trigo, petróleo, soja, etc.) y tiene sus propias normas y regulación, para asegurar un intercambio rápido y eficaz. Pero también existen los mercados no estandarizados, es decir, los mercados sin supervisión y que únicamente dependen de las dos partes contratantes. Son los llamados mercados Over The Counter (OTC), y los futuros negociados allí se llaman forwards.
Especulando con materias primas
El problema está en que el mercado de futuros no sólo tiene como participantes a agricultores y multinacionales que comercializan productos, sino que hoy en día está plagada de agentes financieros especializados en hacer ganancias en esos mercados y con ningún interés en lo que ocurre realmente con los productos. ¿Cómo es posible?
Pues porque aparte del criterio de cobertura por el cual se firma un contrato de futuros (como hemos explicado arriba) también existe el criterio de especulación. Imaginemos que somos un agente financiero y creemos que el petróleo va a subir en los próximos meses. Entonces podemos comprar petróleo hoy y vender contratos de futuros sobre esas cantidades de petróleo. Es lo que hizo, por ejemplo, Citigroup en 2009: compró petróleo al precio de ese momento, alquiló un superpetrolero para mantener ese petróleo, y vendió contratos de futuros sobre ese petróleo a un precio mucho más alto. De esa forma se hacen beneficios extraordinarios.
Puede ocurrir la situación contraria. Imaginemos que creemos que el precio del trigo va a caer en los próximos meses. Entonces vendemos contratos de futuros al precio de hoy para dentro de x meses. No hace falta ni que tengamos el trigo de forma efectiva, pues sólo nos hemos comprometido a intercambiarlo pasados los meses acordados. Si nuestra apuesta funciona y el precio del trigo en el futuro es menor que el de ahora, entonces compraremos el trigo barato y lo habremos vendido antes mucho más caro. Una ganancia.
Es un casino, y además los mercados de futuros permiten no materializar los contratos. Estos contratos pueden revenderse antes de finalizar el contrato (asumiendo pérdidas o ganancias) y seguir contratando otros. De hecho, según la FAO sólo el 2% de los contratos de futuros se materializan finalmente. Todo esto permite que este negocio sea muy lucrativo. Según un extraordinario reportaje de ElPais, algunos agentes financieros hacen su agosto, como “Goldman Sachs, que en 2009 ganó más de 5.000 millones especulando en materias primas, lo que supuso más de un tercio de sus beneficios netos”.
Los agentes financieros implicados
Si uno quiere jugar en este casino tiene que tener mucho dinero. Y después, un comisionista autorizado a participar en los diferentes mercados de futuros. Esos comisionistas están especializados en las operaciones especulativas y tienen sus propios medios técnicos y su equipo humano para hacer todo tipo de ganancias de la mejor forma posible. Y, como no es de extrañar, en casi todos los casos son parte de servicios ofrecidos por los bancos. Por esa razón muchos productos financieros ofrecidos por los bancos españoles e internacionales (depósitos, fondos de inversión, etc.) están vinculados a las operaciones especulativas en estos mercados.
Y como agentes financieros no importa dónde especulan. No tienen moralidad. Sólo buscan la rentabilidad porque el negocio funciona así. Por eso cuando los bancos vieron caer el negocio de las subprime, los fondos de inversión se desplazaron hacia los mercados de las materias primas y provocaron la mayor escalada de precios en mucho tiempo. Obligó a casi todos los países del tercer mundo a tomar medidas para evitar rebeliones civiles. El destino y la alimentación de millones de personas depende de unos cuantos agentes financieros que sólo buscan rentabilidad.
El hambre
La razón por la cual todo esto afecta a los precios reales de las materias primas es porque los precios determinados en los mercados de futuros se toman como guía razonable de lo que pasará en el futuro. Y eso influye en los precios que las multinacionales imponen en los mercados reales. Se acepta la creencia de que los mercados nos proporcionan una información precisa del presente y del futuro, de modo que si un mercado de futuros indica que el petróleo estará alto será porque de verdad pasados x meses el petróleo subirá. Y así con todos los productos. Entonces es obvio que si la especulación se recrudece y aumentan los contratos de futuros que creen que los precios subirán… se producirá un incremento en los precios. Se incrementará la demanda artificialmente.
A veces hay fundamentos detrás que fortalecen los procesos especulativos. Por ejemplo, cuando aceptamos que el petróleo es finito y que la oferta por lo tanto caerá mientras que la demanda subirá. O cuando aceptamos que la población mundial crece muy rápidamente o comprobamos que una sequía destroza cultivos en cualquier parte del mundo. O incluso cuando se sustituyen campos de cultivo de trigo para cultivo de biodiesel. Todo ello refuerza los rumores y sensaciones que llevan a la especulación. Y la falta de regulación hace el resto.
Un aumento de las materias primas en los países occidentales apenas tiene efectos sobre la población, ya que la parte de la renta que se dedica a alimentos es muy pequeña. Pero en los países en desarrollo la mayor parte de la renta se dedica precisamente a la alimentación, y una subida en los precios puede llevar a millones de personas a la muerte. Es lo que el relator de las Naciones Unidas, J. Ziegler, declaró “un crimen contra la humanidad”.
El problema último de todo esto es la naturaleza de las finanzas y, más aún, del propio sistema económico. No se puede culpar a los agentes financieros de ser malvados, pues en realidad son sujetos que hacen lo que tienen que hacer. Ellos operan en las fronteras de la legalidad, y es esta legalidad la que permite que los agentes financieros acaben decidiendo el destino de la gente corriente. Pero también el destino mismo de la economía real. Los derivados financieros (y los futuros son un tipo de derivado) son parte de los responsables de la actual crisis, por su carácter altamente especulativo, y no es la primera vez. Siempre es recomendable ver “Rogue Trader”, una película de 1999 que narra los hechos reales que llevaron a la quiebra de un gran banco inglés… como consecuencia de la operación especulativa con derivados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario